El octavo pecado capital y un mapa del Paraìso que resultó ser falso.
Lo peor del amor cuando termina, son las habitaciones ventiladas decía el poeta...
Lo malo del después son los despojos que embalsaman el humo de los sueños...
...El sístole sin diástole ni dueño ...
Lo atroz de la pasión, es cuando pasa.
Cuando al punto final de los finales, no le siguen dos puntos suspensivos...
¿Qué se puede esperar de un mundo, donde los nuevos dioses, son seguidos por gente , orgullosa del logro, de no haber leído nunca un libro?
Donde el poder de lo inmediato hace abdicar : años de esfuerzo, de tesón, de sufrimiento...
¿Qué podemos esperar de un amante que se conforma con no serlo?
Pensaba el otro día, mientras obligada, me encontraba encerrada entre las cuatro paredes de un cuarto , que encima no era el mío, que en cuanto a lo de los pecados capitales y su número, se les quedaron cortos.
Pensé que el quid residía en el dígito.
En esa obsesión de utilizar la numerología como un razonamiento exacto , mágico y perfecto.
Porque estando sobre una cama, cuando la noche ya había extendido bien su velo, me vino a la mente la Curiosidad como el octavo acompañante de :
La soberbia
La avaricia
La lujuria
La ira
La gula
La envidia
y la pereza
La primera vez que supe cuales eran sus nombres estaba en el Prado, frente a una obra del Bosco y lo analicé con gran curiosidad.
Soberbia la obra, pero prefiero perderme en el Jardín de las delicias que es como llevar un mapa del Paraíso que resulta ser falso.
Soy yo un poco como la mujer de la raya verde.
Matisse.
Una vez nos cayó en un examen.
Así.
Se encendió el proyector y la imagen fue disparada como una bomba en medio del silencio del aula.
Pensaba en lo que la gente contestaría si tuvieran que describirse en tres palabras y yo que soy de letras voy y me viene a la cabeza esta imagen.
La mujer de la raya verde, el camino entre
la figuración a la abstracción.
La noche que pensé en la Curiosidad y sus consecuencias, o en obviarlas completamente, me vino a la cabeza un cuadro también. Uno de Miró. El carnaval del Arlequín.
Y últimamente resumo así mis pensamientos, como si las palabras ya no pudieran servir para abarcarlo todo.
Colores , a modo de lienzos, como el Pollock más genuino o el Mondrian más colorista.
A lo mejor me faltan sustantivos, pero lo suplo con fotogramas de cuadros.
Y vuelvo al principio, a la poesía, a esas pocas palabras que dicen tanto, o a lo mejor te llegan más ,porque las dicen justo cuando las necesitas, cuando puedes entenderlas. Llegan a tiempo, que es mejor que no llegar.
Me recordaba un texto el otro día lo atronador que puede ser el silencio, sobre todo en los labios de una mujer.
Estos días que no hablo con nadie, solo lo justo, como si estuviera cumpliendo condena en metraje de palabras, me he dado cuenta de que uno puede estar muy solo en un lugar lleno de gente y otras muy bien acompañado en mitad de una noche de vigilia.
Hay gente que está, pero ausente y otros que a pesar de que insistas en las despedidas, prefieren quedarse a acompañarte.
Y tú vas y aún sin querer, se lo permites .
Por curiosidad, fue la sentencia.
A saber qué palabra elegiría él.
No se lo voy a preguntar.
Ni él va a leerme.
Así que, permítanme que insista en ponerle una imagen a una noche de desvelo que yo iluminé con Un cielo estrellado de Van Gogh , cuando ya estaba bautizada como Negro sobre negro de Malevich.
La vida y sus vueltas, las vueltas de la vida.
Capítulo I.
*Gracias por la compañía.
Comentarios
Publicar un comentario