Tatúame pero en el alma 7
Cada persona tiene en su vida cuatro tiempos:
El presente,
el pasado,
el futuro
y el perdido.
En la cala.
Cada uno a lo suyo .
Como dos planetas que orbitan ajenos.
Ella ligando bronce, su deporte favorito y él pegado a una libreta con tapas de cuero muy gastada y llena de notas y papeles que ella supuso que eran importantes.
No preguntó.
Karma no cruzó esa línea.
Era fiel defensora de los tempos en las personas. De que si tenía que conocer más de Huguito "ej que" soy de Madrid, ya lo sabría.
Sacó de su bolsa agua, frutos secos y un bocadillo partido en dos.
Ella le dejó el bocata y unos paquetes de frutos secos al lado y le ofreció el botellín de agua antes de beber.
Hugo que vio movimiento al lado de su toalla asintió al bocata, pero sacó de su bolsa una cantimplora y unas bolsas con fruta fresca envasada.
Karma iba a decir algo, pero se contuvo.
Cuando sació el hambre y la sed volvió al agua y de nuevo a la toalla para adormecerse esta vez de espalda.
Hugo escribió mucho.
Horas.
De vez en cuando entraba al agua , se levantaba para estirarse . Buscaba la sombra del acantilado para volver a la toalla, al lado de aquella pequeña hada de pelo lila.
Ella estaba, pero no.
Era inquietante como estaba sin estar.
Se quedó profundamente dormida después de comer.
Y lo supo por que él se giró para hacer una pregunta y miró hacia ella.
Se había desatado la parte superior del biquini y había surgido un intrincado tatuaje de hiedras que serpenteaban por su espalda en paralelo bajo los omóplatos.
Era como ver un cuadro de El Bosco.
Hugo se acercó más y ella siguió con su siesta.
Era una verdadera obra de arte. Todas aquellas figuras atrapadas en aquella piel .
Llegó a estirar los dedos, pero no se atrevió a seguir las sinuosas cuervas que trazaba la tinta.
Y volvió sobre la letra de la canción en la que llevaba un rato trabajando y tuvo que incluirla allí.
Su rostro en descanso era como el de una muñeca de porcelana. Con la nariz pequeña, las cejas finas, las pestañas largas y tupidas.
La boca sin embargo, como los ojos eran desproporcionados.
Y H se quedó absorto intentando describirla.
Parecía un cuadro.
Un Matisse, aquella mujer de verde...
Y recordó una canción de otro y se puso a tararearla mientras volvía la mirada al mar y respiraba despacio.
Karma volvió de su sueño justo a tiempo para incorporarse, atarse el biquini y verle salir del agua.
Buaa.
Ese hombre era el protagonista de un sueño hot, lo mismo.
Todo músculo y centímetros y centímetros de anatomía poderosa .
Despertar con esa visión.
Su vida ahora tenía sentido.
La Terre iba a colapsar .
Agarró el móvil y le cazó mientras se escurría el agua del pelo.
Moja bragas total el H.
Y ella con esa sensación de que ya le conocía, pero no.
Miró hacia el sol y se dio cuenta de que si no dejaban la cala, el atardecer les haría difícil la vuelta.
Se puso en pie cuando Hugo llegó a su lado y comenzó a recoger su toalla.
-Tenemos que ir tirando o nos quedamos sin luz.
Él asintió con la cabeza y recogió pulcramente sus cosas doblando la toalla como si fuera discípulo de la Marie Kondo.
Ella no pudo evitar envidiarle por ser tan pulcro.
Pero como ella era ella, conocía perfectamente que en el reparto de virtudes, el orden solo había quedado para la zona de trabajo.
Ambos desandaron el camino y justo al llegar al parking Karma se alzó al techo de la camper.
Hugo la vio y se quedó en el suelo dudando.
-Venga, madriles. ¡Sube!
Y ella le dejó hueco y desde allí H vio como el sol era engullido por el océano.
Karma le disparó una foto con el móvil desde atrás.
A cotraluz, dibujando el perfil de proporciones perfectas. con la gran bola de fuego tras él.
Al enseñarle la pantalla Hugo quedó impresionado.
La portada de su album. Allí ante él. Con los colores que siempre le habían acompañado. El amarillo, el ocre, el rojo y el negro.
-¿Me la pasas?
-¡Vaya manera de pedirme el número más poco original!
Y entonces Karma le dejó el móvil para que él se añadiese en los contactos.
H puso en el nombre.
Y para ella era así .
Simplemente H.
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