Me negastes tres veces.
"El más terrible de todos los sentimientos, es el sentimiento de tener la esperanza muerta". Lorca
Me has dicho que abra las puertas de Narnia. De ese reino encantado y mágico que no existe.
Como tampoco son verídicos los personajes que habitan ,en estas habitaciones separadas, que yo hago relatos.
Si existiera un él o un tú.
Si hubiera una posibilidad, de un universo, donde pueda habitar un nosotros...
¿Si ella soy yo?
La pregunta a la que se enfrenta quien escribe.
Y sonrío mientras sopeso como alguien como yo puede ser "protagonista".
Pensar en ser yo : la Helena de alguna Troya.
Llevo días con este título rondando .
Dando vueltas al guión , al nudo y al desenlace.
Y aunque lo he borrado, reescrito y vomitado. No termino de ver el hilo rojo que lo hilvane.
Allá va el patrón.
A ver como resulta.
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Toma I.
Lo hemos escuchado alguna vez.
No eres tú, soy yo.
Se moría el sol . Un día de agosto cualquiera, en un arenal sin nombre.
Ella hecha un ovillo humano.
Él que la miraba desde hacía un rato, porque nadie lloraba en su playa.
Era joven , demasiado para vivir, en primera persona ,un drama que la estaba llevando a la deshidratación.
Debería pasar.
Dejarla allí.
Mirando el atardecer.
Mañana dolería menos.
Mañana volvería a salir el sol.
Había suerte de que tuvieran la promesa de un futuro.
Ella no estaría pensando en eso.
Y él, como el viejo pirata que era, lo sabía.
Así que , resignado. Metió las manos en sus bolsillos, se colocó las gafas de espejo y dejó que sus pies descalzos anduviesen el camino hasta ella.
Melena al viento, piel bronceada , y una amalgama de colores que habría elegido una daltónica o una moderna.
Moderneces a él ,que ya había roto más corazones que platos tenía una vajilla.
Reconoció a la gallina que se ha comido algún lobo.
Y sintió por primera vez lástima por la víctima.
No siendo ella una ,de las múltiples, que él había dejado .
Se sentó a su lado en silencio sin pedirle permiso.
Era su territorio y ya.
Ella tardó algo más de lo normal en darse cuenta de que ya no lloraba sola.
Y sus ojos heridos se le clavaron un poco, solo un poquito en su encallecido corazón.
-Sea lo que sea. Pasará.
Lo único que ella necesitaba oír.
Lo de escuchar, aún era demasiado pronto.
La chica volvió la vista al frente y le ignoró .
De la misma manera que acababan de hacer con ella.
Borrarla como si fuera un error.
Arrancada de cuajo como ese folio en el que comienzas a escribir y emborronas.
Ella dejó de llorar porque se sentía observada.
Él permaneció allí porque no encontró otro lugar mejor en el que estar en ese momento.
Y allí les encontró el ocaso.
A ella luchando con sus demonios.
A él con sus molinos.
No eran tan distintos, sin embargo, eran dos extraños en mitad de la oscuridad.
La chica respiró más tranquila al cabo de un rato. Dejó de hacer ruidos primitivos y se levantó con la dignidad de una reina.
Se sacudió las palmas de las manos en una falda vaporosa que bailó al son del levante.
Y se fue.
Dejándole a él solo en su playa.
Y entonces creyó escuchar una frase arrastrada por el viento.
-No eres tú, soy yo.
Y él se sintió por primera vez en el lugar de todas las mujeres a las que había dedicado aquellas palabras.
Y se quedó sentado , pensando .
Deseando no sentirse como se estaba sintiendo.
Como Judas.
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Toma II.
Una mítica, entre las míticas.
Quedamos como amigos.
No me confundas.
O mejor.
No te hubieras confundido tú.
Y allí está, en un bar, sentada bebiendo sola porque la acaban de romper el corazón.
-¡No me seas mari dramas que éste no te robó nada!- La voz de la razón que aún no ha sido silenciada por la Cruzcampo.
-Dejar la mesa cuando el amor ya no se sirve...
Ella citando a la Simone como un mantra. Ella que no conseguía que el amor le durase más allá de un largo y cálido verano.
Cualquiera volvía a casa para escuchar a su madre, la profeta. Que podría tener tan buen ojo para sus ligues como para los números de la primitiva.
¿Cómo lo sabría?
No fallaba nunca su tasación. La perista del desamor, su madre.
Se pidió otra rubia y se quedó mirando sin ver.
Había consumido buena parte de la veintena y seguía sin saber escoger el melón correcto. O muy duro, o muy pasado, o poco dulce...
De nuevo ella pensando que la deficiente, era ella .
Amigos.
Dejar ir para avanzar...
A este paso llegaba a Navidad en un visveo.
Había leído una vez que el corazón solo se podía romper una vez, que lo demás eran rasguños.
Cogería por las pelotas a ese gilipollas en ese instante y le diría cuatro cosas.
Mujeres , hombres y viceversa.
La diferencia y no solo en los cromosomas.
Otra birra más por esa carga doble x que ella portaba con orgullo.
Se hizo un moño y lo sujetó con un lápiz que sacó de su bolsa.
McGiver, sería feliz con una bolsa así. Agatha de la Prada la haría cerrar su desfile de verla . Portando en su vestido de tirantes ,todos los colores, que un pintor naif utilizaría .
Él la vio nada más entrar en la plaza.
Y reconoció la pena, más que a la chica.
Ahora se había hecho mujer.
Pero de nuevo aquella amalgama de pelo que había jugado con el viento, de piel besada por el sol. De todos los colores del arco iris retorciéndose en su ropa como si el diseñador hubiera sufrido un mal viaje de LSD.
Volvía a estar rota, pero esta vez no lloraba.
La estudió de lejos .
Observó como ahora la hidratación parecía ser la cura elegida.
Cuando contó cinco decidió acortar la distancia.
Esa necesidad de salvar al mundo no era nuevo.
Lo de hacerlo con una mujer sí.
Y ella no era nada excepcional.
Pero...
Se acercó de nuevo y se sentó a su vera como lo había hecho hacia algunos veranos.
Ella le notó enseguida y le miró
Le recordó.
Y le trató como se trata a un insecto molesto en el que reparas por primera vez.
Ignorándolo.
Por completo.
-No hay dolor que mate, ni dolor que consuma.
Él se lo dijo perdiéndose en unos ojos que no eran de ningún color que no hubiera visto antes, pero que sí le miraron como nadie lo había hecho nunca.
Y ella se tomó su tiempo.
Apuró la cerveza. Colocó un tirante ,que obstinado ,quería demostrar, la teoría de la relatividad, y por último miró hacia él.
Dentro de él.
-Puedes hacerte una jodida camiseta y venderla.
Tiró un billete sobre la mesa y se fue.
Ella y sus salidas triunfantes.
Ella que le descolocaba .
Ella que era como su karma hecho mujer.
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Toma III
Y el consabido.
Darnos un tiempo.
Cuando ya has pasado por todas las fases, cuando ya has desvestido a suficientes hombres que no han resultado ser ningún santo, sus últimas palabras, las que pronuncia: en una barra de bar, en el interior de un coche, en la puerta de una habitación de hotel, las podrías recitar de memoria.
Como aquel poema del Pirata con sus cien cañones por banda, viento en popa a toda vela...
Se había ido ella, dándole unas palmaditas en el rostro.
Dos ostias le habría dado, pero las que se las merecía, era ella.
Ella que llevaba un currículo sentimental digno de un LP de Shakira.
Miró para la derecha y para la izquierda. Dudando que camino recorrer ahora.
Y sacó una moneda de 25 pesetas que siempre llevaba encima y la lanzó al aire.
Se lo jugaba todo últimamente a cara o cruz, así le echaba la culpa de sus fallos al azar y no a su adicción a las malas decisiones.
Las relaciones que no funcionaban, el raid de las mariposas que se morían en el estómago, la química y su querencia a ir a septiembre con ella suspensa.
Se puso a reír allí. En mitad de la nada.
Y se dobló en dos sujetando el bolso y el estómago.
Tuvo que tirar un poquito del transverso, la edad cercana a los treinta y sus primeros síntomas.
De nuevo una x .
Su madre se había confundido esta vez en un mes.
Y no iba a perder la oportunidad de decírselo en cuanto entrase por la puerta, porque a ella lo de "me han dejado" se le notaba en la cara, como lo que dice , una puerta de hotel ,cuando le cuelgan el no molestar y todos saben lo que hacen dentro los del "no molesten".
Además de lo habitual, ella sabía que él tenía a otra.
Lo había elegido de esos.
De los que no saben hacer nada solos.
Y le había durado lo que él tardó en buscarse un tutorial de: cómo salir de una relación .
Se lo tenía merecido.
La ella que diseccionaba las relaciones como un forense disecciona a un cadáver, sin esperar que le respondan cuando habla en aquella sala.
Lo mejor para los dos.
La frase lapidaria que ella había dicho al irse.
Para ella era mejor...
Giró por donde le pareció ,sin darse cuenta ,de que en aquella esquina, había alguien parado mirando al mar.
Le arrolló.
Como se arrollan dos trenes.
Y él tuvo que sujetarla para que no saliese despedida contra el muro.
Y se distinguieron , como se reconoce a la rutina.
Y de nuevo él sintió que ella estaba rota.
Y ella sintió que él era uno de ellos.
De todos los ellos del mundo que andan sueltos como una plaga.
De los que rompen corazones como afición.
No llevaba anillo.
Se fijó porque aún la tenía sujeta por el antebrazo.
Y él volvió a fijarse en su pelo indómito, en su blusón de estampado surrealista y en sus ojos.
Todos los ángeles y todos los demonios.
Allí , unidos en ella.
-¿Te hiciste la camiseta?
Ella que se suelta del agarre de sus brazos.
Él que no hubiera esperado esa pregunta.
-¿Tú ya sabes elegir mejor?
Y allí, en una esquina , frente al mar, midiéndose como lo harían dos pistoleros, ambos decidieron que: una estaba cansada de defectos y el otro de virtudes.
Haciendo de los dos juntos , algo único.
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