¿Piensas en mí?
Decía García Márquez que la peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener.
No te voy a confesar, que espero a que caiga el velo de la noche para leerte.
Dejo en no vistos tus mensajes. Y a modo de cita, me desnudo ante ti aunque haya un vacío de por medio.
Enciendo velas.
No pongo música, porque a veces, entre las cosas que me regalas ,viene algún tema que te parece digno de compartir.
Los tuyos son en inglés.
De grupos estridentes, que deben de decir cosas bonitas, entre tanto golpe de metal y de cuerda desgarrada a modo de camisa de Camarón . Intento que me gusten, hasta voy corriendo al traductor para que me digan qué dicen, lo que mi abuela definiría, como esos gatos escaldados.
Va a ser cierto, lo de las baladas y el rock. Que nadie canta al amor como ellos. Aunque ya conoces mi rebelde insistencia y mi reconocido mal gusto y no solo en hombres.
Me ha dado últimamente por los Funambulistas. Y no te lo digo porque me mirarías como con condescendencia...
Como ahora si pudieras verme.
Me he servido una copa de Barolo para estar sintigo. Aquí . Frente al teléfono.
Tienes un sonido diferente, tú.
Solo para ti.
Una gota que cae.
Un sonido poético.
El eco de la perseverancia hecha tono.
Voy borrando cada uno de los mensajes una vez que los leo.
Tus fotografías se pierden mientras libero datos.
Y tus desayunos, aunque sin diamantes, valen más que todos los que pueda traerme otro.
Hoy me has sorprendido con un atardecer.
Pero no uno cualquiera.
No.
Tú eres de los que cuando golpea. Lo haces con efecto.
Directo .
Con tan buen tino que aquí estoy, atrapando a las musas antes de que mueran de amor o de envidia.
Mi cúpula.
Un día fue nuestra.
Un día soñamos bajo ella con tomarla al asalto.
Y de aquella, abandonada,era una ruina sin pretensiones. Una sombra marchita de un pasado glorioso. Y aún así, para ti y para mi era perfecta.
Castillos en el aire construimos una tarde que olía a tormenta.
Cogidos de la mano, anónimos, entre un mar de gente que no se paró a ver qué hacíamos ambos, mojados como ratas, mirando aquel edificio .
Nos fuimos después de decidir que hacer con cada espacio.
Dónde pondríamos la inmensa biblioteca, la descomunal cama y tu mesa de dibujo.
En aquel universo , nunca hubo cabida para nada más que para lo esencial.
Lo estrictamente necesario. Nosotros dos. Nuestra galaxia.
¿Cuándo dejamos de orbitar?
¿Por qué?
Historia de una escalera, puedo titular nuestra sonata y fuga.
Y lo sabes porque lo hemos hablado.
Lo que no entiendo aún es el poso que nos dejó la vida.
Esa necesidad que nos quedó de levantar el teléfono y compartir:
Ese edificio que sabes que me volverá loca.
Ese libro que yo sé que devorarás en un fin de semana y que nadie jamás osaría afirmar que lo ha leído.
O esa postal que encontré en una tienda vintage . Y que me hizo pensar en ti.
Y que te compré.
Y la llamada.
Y dártela en mano, porque sí.
La forma en que te pienso.
La violencia súbita con la que llegas.
Lo que tarda el efecto en pasarse...
Y luego el tiempo que puede estar la enfermedad sin manifestarse, como si estuviera durmiente...
Llevo tu anillo en mi dedo.
Casi nunca me lo quito.
Y lo estoy girando ahora, mientras me bebo el vino, mientras miro la foto...
Y no entiendo por qué ahora somos los mejores amigos del mundo.
Pero es así.
¿Qué si te pienso era?
¿Y cuándo no?
Te quiero.
Mejor que antes.
Te quiero con el convencimiento del saber que me conoces como nadie.
Y con una sonrisa en los labios, con el sabor del vino en el paladar me recuesto mientras miro nuestra cúpula y entiendo que a lo mejor ,para ti y para mí ,el mejor futuro juntos, era este.
Para mi mejor compañero de viaje.
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