El soldado de los dos bandos.
"La paciencia es el arte de la esperanza"
Miraba al frente mientras el sol del verano nos calentaba la piel tostada por esos besos tiernos del estío.
El aire se llevaba el humo del Ducados con filtro que él fumaba saboreándolo, con paciencia, como el soldado que lo hace no teniendo la certeza de si habrá un próximo.
He vuelto a los pies de nuestra Peña y en la Ría ya volaban los jilgueros.
Me acordé de ti, como lo he hecho hoy al ver las primeras golondrinas que anuncian la primavera planeando sobre Argüero.
Me ha pellizcado la nostalgia el corazón y me he visto en aquel campo,mientras me pedías silencio.
Un prado verde lleno de hierba alta, donde tú esperabas con un cordel en la mano a que un incautó jilguero quisiera venir y caer en la trampa.
Habíamos pasado previamente por allí toda la semana.
Les habías estado estudiando, lo sé ahora y se me escapó entonces.
Les ponías sobre una piedra el alpiste huérfano que había dejado atrás el morador de una jaula que te había visto limpiar con esmero lo que llevaba allí de verano.
Abajo , siempre una hoja del Alerta o del Diario Montañés . También solía usar las del As, era él más del As que del Marca.
Era de esas personas de costumbres arraigadas;de batín azul marino, de zapatillas descalzas atrás y de pantalones mil rayas.
El hombre de mi vida, mi abuelo, tenía la paciencia que a mí no me han dado . Por eso mi yo niña, le miraba contrariada mientras él esperaba en aquel prado a que volasen los jilgueros.
Hoy comprendí varias cosas.
Fue soldado en la guerra.
Ese hombre, se recorrió una España que se desangraba para defender las libertades de un pueblo que había votado una República que les arrebataron kilómetro a kilómetro con balas, obuses y un ejército mejor preparado o con la ayuda que a ellos se les retiró en el Ebro.
Casi se muere lejos de su tierruca.
Las balas perdidas, o a lo mejor unas que erraron de milagro, le hicieron volver a casa con honores, para luego ser llamado a filas por los nacionales.
En el silencio de aquellas mañanas, él debía regresar a aquella espera.
A aquellas planicies, parapetado, con suerte ,tras una roca.Pensando si ese sería su último suspiro, su último día, si moriría en aquel lugar sin volver a besar los labios de quien amaba.
La ría atraía a los bichos , a los mosquitos y a las mariposas y la suerte y el alpiste, puesto por él a diario, creando una costumbre ,hacía que marchásemos a casa, con un nuevo morador ,para la jaula huérfana.
Los pájaros de mi abuelo se llamaban como los grandes tenores: Caruso, Plácido, Pavarotti.
Tenían un sitio de honor en aquel salón que miraba a la nacional que llegaba hasta Francia.
Tardaban años en aburrirse de su encierro e hinchaban el pecho para recibir la luz del nuevo día.
Trinaban en aquel piso, como un joven cantante dentro de su pecera en plena grabación.
Nunca superaron esas aves, la voz de barítono de aquel soldado que luchó en los dos bandos y que fue mi abuelo.
Aún me veo a su vera en Muslera, entonando el himno a nuestra virgen. Una fea, chaparrona y de madera que a mí siempre se me pareció a su madre la campanera .
Tenía una voz profunda, afinada y admirable que yo no heredé, porque yo como Gila, siempre salí al enemigo.
Han vuelto los jilgueros a la ría abuelo, y las golondrinas a anunciar primaveras.
Sigues aquí con nosotros siendo aún, el hombre de mi vida.
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