Faro al paraíso II. Locuras que merecen la pena cometerse
Has puesto la primera . Te has dirigido a la autopista y has ido acelerando y metiendo marchas. Y yo he ido mirando como lo ibas haciendo , no porque en mi otra vida quisiera ser profesora de autoescuela, no. Si no porque me parece interesante esa seguridad con la que un hombre dirige una máquina alemana que alcanza los 200 km/h en lo que tardo yo en decir tu nombre.
Me estás mirando por el espejo del retrovisor. Y la música suena y el calor del verano caldea el ambiente y yo siento un sofoco impropio de la edad.
Me has rozado así sin querer, queriendo . Y yo he mirado hacia el paisaje que muestra un verdor menos brillante. Has comentado algo y yo he asentido, como si me fuera la vida en ello.
Me molesta sentir tu mirada, porque hace tiempo que no nos veíamos así, tan cerca y no sé si aún te gusta lo que ves.
La inseguridad, esa sombra que se cierne sobre una al soplar velas. O no es la edad, si no la sapiencia. Ese pensar que te da alas y también te las quita.
Estás hablando de mi piel.
Has vuelto a tocarme, esta vez comparando el bronceado y yo miro tu mano sobre mi rodilla y veo que te gano por goleada. Tú que nunca has sabido perder...
Ahora tu mano sube más arriba, hacia el tirante y lo bajas un poco para cotillear sobre una posible marca.
Y yo sé que no es eso lo que andas buscando, porque te conozco, a pesar del tiempo muerto.
Nunca ha habido una marca ahí donde la buscas. Jamás.
Es una escusa barata de tío que viene de mil vueltas. Y te doy un manotazo y vuelves a reír de medio lado y a agarrar el volante con fuerza.
Estoy demasiado callada y lo mencionas.
Y yo he vuelto a mirarte de medio lado, como haciéndote un favor.
43º32'03"N 5º18'02"O
Las coordenadas de aquel faro. Tú no lo sabes , pero yo no lo olvido.
Me las tatué en un arranque de nostalgia.
Al que pregunta le digo que es un lugar. Donde nací. Y decirlo así es poético.
Y lo dejan estar. Pero yo no. Yo vuelvo allí, a esas coordenadas , a tus brazos. Contigo.
Más de tres años sin vernos así y me pregunto en silencio por qué ahora y por qué aquí.
Si no te conociera como creo conocerte, diría que llevas en esa guantera algún artilugio estrafalario de esos que tanto te gustan.
A otras les venderás la moto con que para las fotos queda fenomenal, pero a mí no puedes venirme con cuentos Sr. Lobo. A tu Caperucita ya no.
Por eso sigues hablando de nimiedades, como si fuera la vecina que te topas en el ascensor un día cualquiera y a la que das palique para que piense que eres más majo de lo que aparentas.
Porque tú tienes no se qué. Que nos deja a todas queriendo más.
No eres de belleza deslumbrante.
Pero...
Mejor no voy por ese camino que sé hacia donde me lleva. A la rendición.
Me muerdo los labios.
Y tú te ríes y posas tu pulgar en mi boca y te haces un tour y yo me recoloco porque no sé si morderte, lamerte o todo a la vez.
Una montaña rusa es estar contigo así.
Y te vuelves a concentrar en la carretera y vuelves a hablarme de esas cosas tan interesantes que te han pasado en la vida mientras yo no estaba.
La mano que vuelve a ese punto donde la tela se termina y decides ascender como el que quiere llegar a alguna parte sí o sí.
Y yo te estudio y no te detengo.
¿Y éso? -Mi yo coherente dialogando con mi yo mojigata.
Y ellas a lo suyo y tú subiendo al Kilimanjaro de mis piernas que cierro antes de que encumbres .
Y vuelves a clavar tus ojos en los míos y a coger el volante.
Me he dado cuenta de que no hablas de ella ni preguntas por él.
Como si en este universo que recreas hoy ,no hubiera cabida para nadie más que la palabra "nosotros".
Espejismo.
Eso eres tú.
Con tus lecciones bien aprendidas, tus jugadas ensayadas.
Llegamos al faro y apagas el motor . Te quitas el cinturón y te vuelves hacia mí.
Me sonríes y yo seria.
Adelantas tus manos y una va a descansar en mi hombro y la otra queda en suspenso... Esperando
Y yo con un interrogante en mis ojos.
Y tú sin dudas en las tuyos.
Y yo ofendida y airada.
Y tú soberbio y altanero.
-¿Te acuerdas cuando hace una vida te pregunté si te gustaba dominar?
Y yo que me pierdo en un recuerdo, buscando aquella conversación que sorpresivamente no me suena.
-No.
Respondo y no te miento. Por lo menos al " si recuerdo".
--¿No sabes o no recuerdas?
Sigues mirando confiado y yo buscando en el tablero las posibles jugadas.
-¿Ambas?
Y tú ,sueltas una carcajada y dibujas el trazado de mi clavícula.
-No me mientas.
-¿A lo mejor no era yo?
-Tienes razón.
No dudas al contestar y el enfado llega como una bofetada.
-Éramos los dos. Nos hicimos la pregunta los dos. Y yo te dije que imaginaras al chico que te gustaba...
Me dice "chico" y yo vuelvo la mirada a los 90 e intento buscar el # allí.
-De verdad que no.
Él sigue trazando constelaciones en mi piel siguiendo lunares.
-Te insinué que te lo imaginaras entre tus piernas. Errando el camino. Y entonces te pregunté ¿ tú cómo actuarías?
Solo él tiene ese don para llevarte allí,a ser tú en esa piel de nuevo.
De llenarlo todo de morbo. De querer ser la dominante o la sumisa o simplemente ser.
-No me acuerdo. La verdad.
Me he movido del asiento para evitar que me siga tocando y me he quitado el cinturón y he intentado abrir la puerta.
Pero has sido más rápido y te has movido como un felino para llegar al seguro y cerrarlo.
Y como te has adelantado tanto, ves bien, como tienes mi rostro tan cerca , olerme.
Pero al hacerlo has pasado tu nariz por mi cuello arrasando con no sé cuantas neuronas funcionales.
Y te has detenido a la altura de mi oído.
Calor.
Más que en el Sáhara a mediodía.
-Me contestate que sí.
Y yo que no sé qué me dices tengo los brazos pegados a mí.
Lo demás vuela libre.
El pulso disparado y la respiración errática como la del que termina una maratón.
Recorres el contorno de mi oreja y si alguna vez te quise acabo de olvidar la razón.
-Te gusta dominar.
Y esas palabras suenan sucias en mi mente. Y tú que juegas con fuego en un campo sembrado de dinamita, sabes bien dónde está la mecha.
Me muerdes en la nuca.
Y yo te dejo porque ...no sé por qué.
Y tú que sigues insistiendo en aquella conversación caduca.
Y yo que atino a ponerte en tu asiento.
-¿Por qué ahora?
¡Por fin!
¡ Ya he vuelto a ser yo!
A pesar de la magia, de la atracción, de las hormonas pensantes. De ti. De todo tú.
-Porque me puse a pensar que entre 15 millones de personas tuve mucha suerte al encontrarte.
-¿Y?
-Que ya que tuve esa suerte, no la iba a dejar escapar ¡Sería idiota!
Y entonces la yo práctica te mira y me adelanto a la guantera y la abro sin permiso y allí encuentro el atrezzo:
Un collar, un antifaz, una cuerda de sedón...
Voy a hablar, o al menos tengo el discurso perfecto,pero recuerdo las coordenadas en mi piel. Lo que consiguen hacer esas manos sobre mí, lo que me hace tu recuerdo. Aún. Todavía.
Y cierro la guantera.
Y tú que esperas que yo hable.
Y abro el seguro y me bajo del coche cogiendo mi equipo fotográfico.
Y me dirijo al faro.
Sin mirar atrás.
Porque tienes razón y fue una suerte encontrarnos.
Has tardado pero te siento llegar.
Yo he buscado un ángulo diferente y poco común.
Nada del edificio completo. A mí eso no me va.
Y tú te has traído tu sonrisa pero no la cámara. Y yo muero por enfocar y dejarte para siempre así.
Con esa luz tan nuestra. Fría para ser Julio. Con un mar tan traicionero como lo fueron, todas tus palabras de antes. Con la inmensidad del horizonte y ese brillo que le da a tu piel tu carisma.
Es éso. La palabra que buscaba.
Te has apoyado y has mirado hacia allí y yo te he capturado así. Bañado de oro. Con el pelo revuelto y esa sonrisa que me conquistó hace una vida.
-Contigo nunca funcionó.
Y yo voy acercándome como si fuera Ulises y tú fueras la coño sirena.
-Nunca fuiste presa fácil.
Y me río. Y tú sigues mirando al horizonte.
-No sé qué es lo que tienes...
Me miras. Me haces una radiografía y aún con ropa, me siento desnuda ante ti.
-No te mentí. Antes.
-Ni tampoco dijiste la verdad.
Ya estamos a la par. Ambos cerca del precipicio.
-La conversación existió y creo que ha sido una suerte el haberte encontrado.
-No soy tuya.
Y él sonríe de nuevo.
Siempre fue práctico así que si hay contestación sé que no será la que una romántica como yo quiera escuchar.
-Pillarse...
Ahí está. Su patente de corso.
-El gran error- terminamos la frase a la vez.
Y él me mira.
-Eres luz.
Y de nuevo recuerdo aquella vez allí, con él.
Y espera a que hable.
Y yo que no quiero .
Y la brisa que se escapa del noroeste agita mi melena y mi vestido.
Y él tiende su mano ,coge mi cámara y dispara.
Una vez, dos, tres.
Me recorre. Me estudia. Me ve.
Y yo que he olvidado todo, le dejo hacer.
La sumisa debe de haberle ganado el pulso a la dominante y a la inteligente.
Y me retira el pelo del rostro y me lo coloca detrás de la oreja.
Y me calienta el alma .
Y me besa despacio en la espalda que ha quedado descubierta.
Y allí las coordenadas.
Y él que las recorre con el índice.
Y las memoriza.
Y se ríe sobre esa piel que es suya aunque exista otro.
-Es nuestro faro.
Lo dice despacio mientras me gira y quedamos enfrentados.
Y nos miramos y aleja la cámara y dispara contra los dos.
-No puedes negarnos.
Y entonces comprendo.
Y entonces le abrazo .
Y él se deja abrazar.
Y el "no te pilles" me parece tan absurdo como el dominante o el sumiso.
-Entre tú y yo siempre sobraron las etiquetas.
Y tú me besas como con hambre.
-Entre tú y yo, ¡qué explote el mundo!
Y de nuevo más besos que arrancan jadeos.
-Es una locura- digo mientras guardo tu imagen, esta vez en mi memoria.
-Una que merece la pena-contestas mientras te fundes contra mí.
Comentarios
Publicar un comentario