El mito del " hole in one"


Mis ondas cerebrales últimamente no descansan.
Las palabras vienen a mí y me quedo rumiando frases cual vaca frixona pasto.
Luego están las cosas que me atrapan .
 Las conversaciones on line a modo de terapia de diván. O las de café con mis malasmadres.
Un click que acciona un resorte.
Esa escalera de salida de todas las soledades que me acompañan.
Las ventanas al mundo por las que me asomo.
La vieja del visillo que se nutre de la vida de otros para contar historias, como la de hoy.
El hoyo en uno.
Voy.
Déjenme que me acomode.
Una vez. Había una vez que:
 Costilla vino pletórico. 
Algo inusual en un ser sombrío.
Pero aquel día resplandecía al entrar en la cantina.
A su lado otro hombre lucía la sonrisa de gato que se acaba de comer un ratón y aún lo está degustando.
David era un bebé, creo y yo era . Yo.
Los dos hombres, el sombrío que ya no lo era y el de sonrisa etrusca se pidieron unas cañas.
Venían del campo.
De jugar al golf.
 En un día cualquiera que había dejado de serlo,allá en algún lugar indeterminado entre bandera y bandera.
El hoyo 11.La salida.Con viento en contra y en el carro un montón de posibles. Híbridos,maderas...Para terminar con el San.
Empuñando el palo mirando a la bola,sopesando. Mirando y calibrando...
Como un duelo de vaqueros en la calle principal del pueblo,pero sin tanto atrezzo. Una lucha de uno contra sí mismo.
Y allá va el probar. La duda. El habré visto lo que voy a hacer y la gran pregunta ¿Lo haré?
Y llega el golpe, ese sonar a látigo de domador de circo. Ese cuerpo que gira en una postura antinatura.
Como el David de Miguel Ángel en escorzo tras lanzar la piedra a Goliat.
Su enemigo es un hoyo. Lo es también su cabeza y todas esas dudas que les acechan. Que les sobrevuelan mientras se preparan, mientras prueban, mientras golpean y la bola vuela.
Luchando contra la física,la dinámica, la metereología, contra Dios...
Porque seguro que rezan. En ese instante. Cuando lees en sus labios un "vamos" que no pronuncian pero tensan el puño cómo para insuflarle  a la bola, el alma que no tiene.
Entonces, es entonces. Cuando de pronto, en el descenso, todo se conjuga y el player y su adversario lo ven.
Los dos.
Allá arriba . En la alfombra de salida. Algo que a lo mejor , como si fuera un cometa, saben que no volverán a ver en esta vida.
 ¡ El hoyo en uno!
El unicornio dorado de todo golfista.
Pues ese día. El Nirvana fue esa bandera del 11. Ese golpe que nunca se volverá a dar. Ese ver para creer.
Las dudas razonables que hoy me han dicho que no existen, pero yo sé que sí.
Haberlas hailas pero, como lo de Santo Tomás. Hay que tenerlas delante y dar fe.
Como un notario. Lo mismo.
Buen sábado carnal .
La historia iba a ser de un paralelismo de esa partida, pero el Sr.de Facebook está un poco inquisitorial con mi yo más canalla.
40 días en el dique seco .
😉 ¡Ni de Blas, Marck! Ya volveré. Más tarde.
Y te voy a dar yo impropio .
Te lo explico luego.
Palabrita de morena.








 

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