Las llaves para vivir
"Nadie se rinde cuando algo realmente le importa"
Estoy cansada.
Apática .
E incluso hasta perdida.
Apagada.
Me falta chispa como la de esa tónica que se olvida en una botella, hace tiempo abierta, en lo alto del frigorífico.
Sin embargo y a pesar de los pesares, luzco al mundo como un joya rutilante.
Deslumbro como la explosión de una supernova.
Y me ven sin verme.
Me creen conocer ,cuando me ignoran.
Y me juzgan sin mirar más allá de la piel que me cubre.
Incongruencias.
Desatinos.
Sesgos de realidades.
Conversaciones veladas.
Ninguna sincera.
Que descanse la pena.
Que se vaya un rato a otra parte.
Que duele.
Que lastima.
Que oscurece .
Y yo no puedo estar triste.
No puedo sangrar letras de obituarios.
Requiens lacrimógenos.
No puedo seguir escribiendo versos de alguien que no se reconoce a sí misma.
Oscilo como lo hacen los brazos en péndulo en un pateo.
Me desestabilizo.
Me desquebrajo.
Me hundo.
Necesito que me den otro yo.
Que me lo presten si eso.
Que me den:
Las llaves para vivir.
Las de un nuevo alguien.
Que sea.
Que exista.
Que viva.
Me han robado demasiado tiempo ya.
Me han quitado libertades.
Han desamortizado la vida que vivíamos, para darnos una réplica Made in China.
Tenemos una existencia placebo de un tiempo a esta parte.
Una vida a medias.
Llena de miedos.
De restricciones.
De veredas.
Estas fiestas.
Fíjate ,que no han sido unas malas fiestas.
Ni siquiera las peores.
Sí es verdad que ha habido ausencias.
Pero vistas desde aquí.
Desde este teclado que me sirve de terapia.
Me doy cuenta de que hace tiempo que la Navidad perdió su opulencia.
Tal vez el empaque.
El significado de familia y unidad.
Me acuerdo de cuando nos íbamos a Santander.
De invasión.
Cinco horas de coche.
Heladas.
Lluvia.
Agua nieve.
Carámbanos en la cascada de Frías.
Abuelos, la bisabuela. Tíos, primos. Bebés.
Manteles bordados.
La cocina de leña.
Cristalería y vajilla.
Mesas supletorias o puertas quitadas de las bisagras.
Villancicos en singles.
Asados en el horno y un cocodrilo de mazapán.
Sin regalos en Navidad.
Solo aquella unidad llamada familia.
Las anécdotas.
La señal en el techo de un corcho de una botella de champán que se quedó allí. En la escayola,
A modo de recuerdo imperecedero.
Como los disparos de Tejero en el Hemiciclo. Lo mismo.
Recuerdo aquella cabalgata de reyes.
Baltasar llamándome por mi nombre.
Mis ojos desorbitados cargados de temor por si no había sido todo lo buena que juraba en aquella carta.
El olor a leña de las chimeneas vomitando humo.
De los caracoles que guisaba mi abuela.
De las partidas de cartas con trampas incluidas.
De la repetición de la jugada al día siguiente con más sillas.
Con más familia.
Miro ahora a la mesa y de aquella veintena de personas, a penas llegamos a nueve.
Las sillas vacías.
La falta de recuerdos que mis hijos no tendrán.
Las tradiciones que se van perdiendo.
Que se olvidan.
Porque se van quedando aisladas en la memoria.
No han sido las peores fiestas porque ya no lo son.
Estamos borrando nuestros recuerdos.
La culpa ya no es de los que no están.
Si no de los que estamos y no hacemos nada para que la magia siga.
Dadme unas llaves para vivir.
Me vale con una copia.
Quiero aquella Navidad que lo era.
Como quiero esas sillas ocupadas.
Lo último es imposible conseguirlo.
Pero lo primero, creo que aún se puede arreglar.
El tiempo que se disfruta es el verdadero tiempo vivido.
Pues a vivir.
Ars vivendi.
*Aférrate a aquellos que te notaron cuando eras invisible"Bukowski (GRACIAS)
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