Los números silenciosos del 942




 

Preferir la vida ,como   el café, solo.



    Cuidado cuando una mañana, oscura y gris , de repente , mientras reinicias el móvil a tu memoria llega , sin llamarlos, nueve números.

   Los números silenciosos.Uno que si marcases desde una cabina haciendo girar la rueda,  o marcases sobre las teclas de aquel teléfono enorme con contestador, o ahora mismo si se lo pidieses a Siri, no daría ni señal.

¿Qué como lo sé?, porque hay números que se quedaron grabados en tu memoria que hoy son tan huérfanos como tú. 

Los he marcado luego,  un día cualquiera, después de que pasara un tiempo.Para ver si alguien había heredado aquel algoritmo numérico  que me devolvía a casa.

Ni señal me dio.

Así de silenciosa es la muerte y las compañías de teléfonos.

942 así comenzaban los números silenciosos que  me fallaron primero. 

Soy cántabra hasta para asumir la tristeza de la muerte.

Luego, más tarde ya no había tampoco nadie tras el primer número de Teleline que memoricé 609... Y ése, esa falta numérica pudo con mi yo más de letras.

Oigo tu voz a través de los vídeos que andan subidos a la nube cibernética. Lo que ahonda tu falta, como si cada esquina por la que transito no llevase tu nombre. Ver tu letra escrita en esos cajetines donde ordenabas un sin fin de tornillos , arandelas y bridas. Ese caos organizado que yo heredé genéticamente y sin quererlo.

Te he visto  hace un café. por mirar en el móvil ese bombardeo constante de lo que hice tal día como hoy hace cuatro años...Estabas moreno, anclado por el brazo a esa mujer que fue tu otra mitad, más allá del meridiano de un siglo.

La soledad de los muertos  y el silencio de sus voces. 

Los que quedamos aquí, escribiendo páginas de una vida que se complica por momentos. Las herencias que arrastramos, un gesto, una pose, esos ojos que me miran y siempre supe que venían de ti.

Ayer soñé sin quererlo con  mi abuela. 

La bordadora, la mujer que nunca se rindió ante nada  , ni ante nadie.

 Pegaba con mi abuelo, lo mismo que la nocilla con el chorizo sobre el pan Bimbo, pero ahí estuvieron juntos, sin mezclarse ,toda una vida. Lo que a él le sobraba de  hombre castellano a ella nunca le faltó de mujer valiente.

De Nana, sí que hubo un mensaje que le sobrevivió, en aquellos contestadores de Telefónica. 

-Ángela, soy tu abuela...

Como si esa voz fuera difícil de olvidar tras más de treinta años asociándola a ella. A la ella que dirigía a las principiantes casaderas, a la que organizaba un ejército de campistas o cantaba coplas como Manrique sin necesidad de que muriese ningún padre.

La nostalgia, como decía al principio, te da un sopapo así antes del café, pero luego, te deja pensando en lo rara que es la vida.

Como es tan fácil olvidarnos de lo que hicimos ayer, pero no de esos números que ya hace una vida que no marcamos, que no están en nuestra lista de contactos hoy, pero no por gusto, si no ,por obligación.

Ser del team 942 me ha marcado toda la vida y me enorgullezco de todas las veces que levanté el auricular y escuché esas voces cantarinas, con acento del norte.

Me da igual que me digan en Asturias que soy una impostora, llevo peor que me lo llamen en mi casa.

Pueden arrancar la flor, pero no detener la primavera. Pues pueden intentar que una que nació donde lo hizo no se sienta de Santander, pero ahí está ese 942 para devolverme a mi buhardilla que miraba a la Peña y a la Ría de Solía.

Venga, recuerden ahora esos números de antaño, con prefijo, sin él . Seguro que lo cantan, como cantaban los ríos en la EGB. Lo que bien se enseña, difícil se olvida.

Como lo de querer a los nuestros. Lo mismo.

Buen fin de semana a todos, pero sobre todo a aquellos de los que me he acordado hoy y  ya no pueden oírme.

Besados quedan.




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