Entrega a domicilio
"El brillo de los ojos, no se opera" La Faraona
El sueño de su vida, había sido viajar. Pero en algún lugar del "pida usted un deseo", la estrella fugaz no captó bien el concepto.
Iba en ascensores ajenos, que por venir del primero no debería ni de haber tomado, pero era la costumbre. El piloto automático que llevaba encendido a full time. Y el dejarse guiar por el GPS del punto a al b para obtener la distancia más corta.
Se miró en el espejo del ascensor ultramoderno , se sopló el flequillo y dio el primer paso para salir de allí, cuando se dio de lleno contra algo.
Paquete por los aires y ella, que se sujeta contra... ¡dos brazos como pegoyos de un hórreo, pues ansina!
Viene sudado.
Lo sabe porque sus manos , antes secas, de repente ya no lo están. Y al subir no llovía. Así, que blanco y en botella, leche.
¡La leche! que ahora que ha vuelto a centrar, después del encontronazo, le ha golpeado algo más que un cuerpo sólido, un aroma súper masculino de bosques mediterráneos y volcanes vomitando humo.
En el tiempo que ella ha dado ese viaje astral, viendo pasar ante sí su corta y mísera vida, el pegoyo ha tenido tiempo de: sujertarla, soltarla, coger el paquete, alzarse y volver a estabilizarla como si ella fuera el cocktail dentro de una cocktelera. lo mismo.
¿Sabes de esa escena sacada de una peli de las que dices que " ves" un domingo para poder dormir la siesta? Pues la Rider está viviendo una de esas, mientras conjuga en primera persona, el verbo empotrar en sus oraciones al altísimo.
Porque el maromo la tiene agarrada como si fuera a evaporarse.
Lleva aún los cascos pijis en las orejas y están tan cerca que ella escucha una voz monótona en lo que cree reconocer hablar en francés.
Y ella no quiere seguir por ahí, pero le escanea como si le estuviera buscando el código EAN para ficharlo. Y el francés deja de ser el idioma de los gabachos, en su cabeza y ante él, ya nop.
Y se sonroja, pero como el uniforme es de ese color, él parece no darse ni cuenta.
Se ha tenido que recolocar las gafitas, él. Y ella tarda cero coma en mitificarle como al profe del insti que fue su crush , con antes de ayer, hizo dos días.
Y él que no la suelta y ella que como que le da igual, aunque están en ese punto del ascensor, donde el sensor de la puerta te detecta y la hoja metálica te intenta gillotinar como si fueras María Antonieta.
Alguien tiene que mostrar que es un ser cabal y soltar primero.
El runner que parece que le gusta lo que ve y lo que toca, porque no ha dejado sus antebrazos tranquilos desde el noqueo. Ella que se pierde en su sonrisa ladeada. Y en sus ojos que también sonríen.
Y aunque no es muy católica, encuentra de pronto su fe ante esa aparición para nada mariana.
Y reza un salmo:
"Bendito seas tú, mi roca, que adiestras mis manos para la batalla y mis dedos para la guerra".
Y él que da un paso al frente y sigue sonriendo.
Ella que se pierde en su sonrisa.
Él que se acerca más y estira el brazo para darle a la botonera.
Ella que ha recuperado una extremidad, el paquete, pero no el uso del raciocinio, porque deja que la puerta se cierre y el ascensor se eleve.
-¿A dónde vamos? atina a decir mientras busca alguna señal.
-Al séptimo cielo- susurra él mientras se hace un tour por la piel de su cuello con sus labios.
Ella que no sabe, no contesta.
Entonces suena el aviso de la llegada y el elevador se detiene.
Ahora él sale y le dice.
-¿Una entrega a domiciliooooo?-Su voz es cavernosa y le ha fundido a ella la única neurona pensante que aún tenía en activo.
Y se gira, dejándole expuestos más de cien motivos para que diga que sí.
Y por si acaso el viaje de su vida se termina allí, ella da un paso hacia él.
Y le sigue por el pasillo deteniéndose ante una puerta.
Y ambos se miran.
Y parece que se midan en un duelo.
Él busca la llave y le da la espalda para abrir .
Entonces ella hace una jugada magistral en un solo movimiento, mientras se pega a su espalda.
-Creo que este paquete es suyo...
La de veces que ha dicho esa frase sin sentido. Hasta ahora.
*Entrega realizada con éxito Capítulo I
;)
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