Delito reincidente #409. (El diablo me jala)
¿Cuántas veces nos salvó la pereza de los otros seis pecados capitales?
Me declaro culpable.
Delitos a parte, culpas fuera y miserias varias.
La culpa de aquellas palabras que lanzaba el otro día.
De las que plasmé junto a un retrato de la que un día fui.
O a lo mejor no era, pero quise ser.
En aquel instante.
En aquella otra vida que no era la mía.
Mi lastimera existencia.
Me has llamado hoy.
Con la excusa de aquellas líneas, enarboladas como bandera blanca.
Y has puesto esa voz, ese tono que consigue todo lo que se proponga.
Ha sorteado la distancia.
Tu voz.
Y mira qué hace frío.
Pero no.
El poder de las letras que decían los que sabían antaño.
Y me has vuelto a citar en la 409.
No ha habido excusas esta vez.
No vas a ir acompañado de nada que no sean malas intenciones.
Espero sinceramente que sean, muy malas.
Que de declararme culpable sin absolución la culpa sea ,de esas que te dejan rumiando, toda la vida.
-Déjate la conciencia en casa.
Lo has dicho.
Y has hablado .
E insinuastes más cosas.
Que a lo mejor ,no se pueden decir en voz alta, pero sí susurrarlas para un cierto público.
Llevo mirando el reloj desde que colgaste.
Jugando un pulso con mi conciencia.
Con la misma que tú sabías que me condenaría.
Con la que me cierra la boca y también...las piernas.
Aún me queda tiempo.
¿Cara o cruz?
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La estoy esperando como un invierno cansado espera que le de relevo la primavera.
He desgastado la moqueta .
Ella no llega tarde.
No.
Ella no es de las impuntuales.
La jodida ella ,es de las que no va.
Y temo que pase eso.
Que la ella de ahora me deje aquí.
Solo.
Expectante.
La ella que asola mi mundo, ya no solo en mi nostalgia.
Si no la que junta letras y hace odas a un pecado glorioso.
Lo he revivido tantas veces a modo de mantra.
Y la veo a ella en todas.
Su olor único. Su sabor.
Todo.
La ella de otro.
Yo de más.
He entrado en el baño.
La misma ducha que es más grande sin ella.
Más fría.
Como la tarde que ya se ha hecho noche.
Ella que miente como un tahúr .
Yo que abro más oficinas fuera ,que nadie.
Me ducho y me ato una toalla a la cintura.
Ahora estoy más musculado que entonces.
Luzco mejor.
Y ella...
Miro el reloj.
Ella que va a ser que no viene.
Que me ha dado jaque en tres.
La ella que subirá al cielo.
Mi ella.
Y ya casi me he convencido de que va a ser que no.
Me he preparado una copa y me he tirado sobre la cama de sábanas blancas.
Había una canción.
Recuerdo cual mientras los hielos golpean el cristal.
Fuera graniza.
Hay tormenta.
Ella es mi tormenta .
Perfecta.
No he oído la puerta.
Estoy pensando en la canción y me he centrado en los granizos azotando sobre el ventanal, en primera línea de playa.
Y ella que está afuera, duda. Con la mano en suspenso.
Y yo que estoy dentro en mi mundo.
Y ella que vuelve a sopesar si merece la pena dar ese paso.
Otra vez.
Reincidente, tú.
Y se va a ir.
O eso cree ella que hará.
Pero su yo culpable le gana la voluntad y llama a esa puerta más fuerte que el vendaval.
Y él .
A él le oye caminar hacia le puerta.
Lo siente.
Su fuerza.
Su determinación.
Y abre.
O desencaja la hoja de los goznes
Y le sonríe.
A ella.
Y esos ojos de gato que se la comen.
Y sin miramientos, la agarra del cinturón de la gabardina y la mete dentro.
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Ya ha amanecido.
La noche se ha quedado fuera, con su inclemencia.
Han caído árboles, se han desbordado ríos. Se han llenado de nieve las cumbres.
La ha despertado la costumbre y él.
Él que ha dejado de respirar acompasado.
Él que se ha movido porque ha sentido el frío de sus pies.
¿Pues menos mal que no me ha tocado el culo?
Estoy de espaldas.
Yo y mi manía número un millón titulada; no puedo dormir si me tocan.
Me está mirando.
Lo sé.
Como sé que me tengo que ir dentro de poco.
En nada.
Aunque moriría por quedarme un poco más así.
Perdida.
En ese mar de confort.
Entre sus brazos que podrían darme los buenos días como debe de hacerlo un amante.
Se acerca.
La cama apenas ha notado ese instante pero yo sí.
Otra vez su respiración sobre mi piel.
De nuevo ese interruptor que se enciende.
Las alarmas que suenan.
Me huele.
Y me saborea.
Un beso .
De nuevo su suavidad.
Ese pedir permiso hecho arte.
Lento.
Su respiración que barre mis omóplatos como un viento sur en el estío.
Y mis pechos que se desperezan.
Y mis piernas que se juntan.
Y él que se demora allí, sobre mi piel.
Está tan absorto que no se ha dado cuenta de que he salido a buscarle.
A jugar un rato.
Otro más.
A ese juego de mayores con el que nos asustan de pequeños.
Y que es interesante y tan entretenido que no importa a quién le toque perder.
La importancia del participar.
De mis dedos buscando la calidez de él.
Más abajo del meridiano.
Cree que no quiero tocarle.
Aún no es consciente de quién ha decidido mandar.
Aún no.
Él que no ha recibido la sangre aún en la cabeza correcta, o incorrecta, según se mire.
Yo que me despierto como lo hacemos las madres. Al cien por cien.
Mi intelecto ya ha construido la jugada.
El árbitro ha pitado el inicio y yo ya he consumido más de la mitad del encuentro.
Pobre él que se ha quedado anclado en mi espalda.
Suerte yo que ya he ganado el mundial.
Me aparta el pelo.
Y yo me dejo.
Mientras sigo ejecutando en mi cabeza la jugada perfecta.
Me besa en el cuello.
En ese punto condenatorio.
Donde una vez me tatúe un infinito como señal de "llama aquí".
Y yo que sigo con mis dedos avanzando como perdida.
Y él que besa como ningún otro.
Y muerde.
Y de repente para.
Vacío legal.
Y yo que voy a mil me giro.
Y me pierdo en sus ojos.
Y me quedo colgada allí lo justo para que se rinda.
Y me besa en la boca.
Y yo se la como, sin medias verdades.
Y sigo .
El cuello. Ese punto.
Ahí.
La barbilla.
La clavícula.
Voy sembrando dudas.
Descendiendo.
Como perdida.
Pero sin estarlo.
Acaricio y beso.
Beso y dejo caer mi pelo sobre su piel.
Él que quiere algo y yo, como que le ignoro en el camino que me he trazado.
Mi vanguardia que va hacia la portería imparable.
Mis ganas que ya saborean el gol.
He cruzado el medio campo y él se ha quedado perdido, esperando algo.
Y yo que aún soy visible le miro desde allí.
Y sonrío sobre su central.
Y que el mundo afuera se acabe.
Así literal.
Porque aunque crea que le estoy pidiendo permiso...
No puede estar más equivocado.
La delincuente ha venido aquí a delinquir.
Suerte tú.
#409
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