De catafalco.


Si me preguntas qué estaba haciendo cuando te fuiste en silencio,  te diré exactamente lo que era.
Si alguien quiere saber lo que viene después de una llamada que no esperas, se lo puedo enumerar.
Recuerdo muchas cosas de ese día.
De la aceptación. De saber y no poder hacer que otros te entiendan aunque uses sujeto, verbo y predicado...
El salir  con paso decidido. El montarte en un coche para hacer un viaje del que no volverías siendo la misma.
Ese tramo de autopista, ese aparcar. La llamada de una madre que acaba de saber que se ha terminado medio siglo de amor ...
El después. El comunicarlo. El hacer que esa pérdida dejase de ser individual...
Que no te cojan el teléfono cuando más lo necesitas...
Lo que de verdad necesitas.
Hoy con la lente puesta de la objetividad diré que no necesité nada que no me dieron.
Que perder a un padre es una parada más en este viaje de la vida. Uno incómodo pero lógico.
¿Hubiera necesitado más tiempo para acostumbrarme a la idea?
No.
Seamos sinceros y francos.
No hubiera sido justo para él.
Las pérdidas que sufrimos a lo largo del camino son, no diré que necesarias, pero sí predecibles.
Se tiene que perder un diente, un primer amor, e incluso un par de trenes.
Tienes que conocer la pérdida para apreciar lo que tienes.
Se puede edulcorar pero sucede.
El orden de las cosas ...
Hoy que sabía que sería un día gris ha habido una cosa que sí me ha hecho sonreír.
Tú.
Me acuerdo que volqué mi furia contra tu ausencia.
Recuerdo tu ofrecimiento y mi absoluta indiferencia ante si venías o no.
Fue mi acto de negación. El más evidente.
Ahora lo veo.
Como sincero fue el cariño con el que me fundí en aquel abrazo.
Y las pocas ganas que tuve de que te tuvieras que ir.
Pero la vida es así.
Son esas aceptaciones. Esas renuncias.
Esas pérdidas.
Aquel septiembre de hace hoy un año dejé atrás muchas cosas.
Salvo una verdad absoluta :que se puede ser huérfana de muchas cosas:
De demasiadas.





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