Luz de gas

 




"Tengo el cuerpo de mujer y las emociones de niña" Lyz Taylor





Capítulo Uno.

Ser una más, en un mar de gente que se agolpaba a las puertas del Teatro Châtelet en pleno febrero parisino.
Chanel llevaba horas buscando un hueco .
Había decidido que de saltar sin red, aquel lugar, aquel ambiente de estrellas del celuloide internacional, sería su mejor escenario. 
Había hecho los deberes. 
Debajo del abrigo de paño negro, un vestido escueto y deslumbrante. Los zapatos, o más bien aquel diseño transparente de doce centímetros de tortura hacía más de una hora que le impedía que su circulación fuera la que debería.
Maquillaje estudiado y un recogido que Sof había calcado de los que lucía la Kelly. 
Era ahora o nunca. Y el nunca ya no era una opción.
Serpenteó entre el gentío, se abrió paso hacia la línea por donde entraban las limusinas y como si de una coreografía bien ensayada, la multitud rompió en aplausos y se agitó lo justo, para que los de seguridad tuvieran que desplazarse a la izquierda, para que ella, como una prima donna , pisara la alfombra roja.
La suerte le sonrió, se despojó del abrigo, en el instante que una limusina abría la puerta y de ella se bajaba David Ford III, el enfant terrible del cine galo.
El hombre la miró y sintió como la vida le daba un gancho de derecha.
Ante él.
La mujer,
Ella, como una diosa. 
Su cuerpo brillaba  cubierto  apenas por cientos de escamas metálicas. Como si le hubieran cosido sobre la piel dorada, una cota de malla futurista.
 Curvas sinuosas de mujer a la que Fellini adoraría. 
Pechos de matrona, cintura de modelo y unas piernas infinitas.
El rostro, el de una diva de Hitchcock.

Chanel le miró a los ojos y estirando sus manos, cual Salomé bíblica, le sonrió como si con esa mueca, le abriese las puertas del cielo.
Y el hombre, arrastrado por el canto de sirena, fue hacia ella.
Y su mundo simplemente, colapsó.


Chanel se dejó guiar por David. 
Él la acercó sutilmente y en un susurro , mientras sus labios se demoraban un segundo sobre la oreja le preguntó su nombre.
Actuaron.
Como si ambos hubieran invertido meses en las líneas del borrador que ahora interpretaban.
El hombre rubio con coleta , de aspecto desaliñado. Con barbita de un par de días, que por rebeldía había dejado allí, ocultando el rostro de una belleza, de ángel caído, pintado por Cabanel.
Vestido con un traje de Tom Ford a medida y zapatos de Ferragano. 
Olía como debían de oler el poder y el éxito, pensó Chanel mientras se dejaba guiar entre micros, y reporteros.
La lluvia que mojaba a los fans , mientras a ella le cubría la ráfaga de flashes de las cámaras que inmortalizaban el momento.
David posaba con ella. Acariciaba su cintura. O descuidadamente marcaba a fuego la piel que aquella creación metálica dejaba desnuda, que era  mucha.
Toda la espalda al aire.
Él la giró como si estuviera vendiendo una joya ante el mundo, en una subasta de Christie´s.
Fue maravilloso.
Y el mejor momento de todos, fue sin duda cuando la dejó sola.
En medio de la alfombra por petición de la prensa y todas aquellas miradas y objetivos se centraron en Chanel.
David dejó que la joven, a la que reconoció agallas, posase.
Era tan excepcional que él que llevaba en la sangre el mundo del espectáculo, no daba crédito que nadie la hubiera descubierto aún.
Se apoyó en las vallas que delimitaban el acceso a la alfombra roja, y disfrutó del espectáculo que ella ofrecía.
Y pensó que ya que la vida, lo había decidido así, le daría una oportunidad a Chanel.
Su nombre.
Lo dijo en silencio y reconoció que tenía el gancho efectivo que le había noqueado al verla.
No necesitaba más que aquello que ya exhibía ante el mundo.
Un metro setenta y cinco centímetros de pecado hecho carne.
David sonrió he hizo algo que jamás creyó que se permitiría hacer en público.
Caminó hacia ella que le miraba a los ojos, de un violeta casi mítico.
Chanel estiró el brazo para que la atención recayese sobre él, el nominado de la noche.
David Ford III paseó su rostro por esa piel morena. Su nariz impregnándose de un olor a cítricos que ya le había sorprendido antes.
Nada de flores,  ni almizcle. Solo frescor.
Ella enmarcó su rostro entre sus manos eliminando la distancia. Como si fueran dos amantes que se reencontraban después de largo tiempo ausentes.
Él se recreó acariciando su piel. El hombro  y clavando sus ojos azul adriático en su perfil.
Como si él fuera el héroe de Troya rindiéndose a Elena.
Alzando incluso su mirada al cielo . Enviando un beso allí. Proclamando la belleza de ella.
 París entero suspiró ante aquella pareja de cine.
El mundo entero amaneció con ambos decorando las primeras páginas de los diarios.
Internet hizo viral ese instante, enamorando al resto de la humanidad.
Así nacían ahora las estrellas.
Así surgió a Chanel Renoir.







*Por favor , tienen que ver este momento, inspirado en el encuentro de Jessica Chastain e  Oscar Isaac en Venecia.











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